Un tesoro barroco entre las ruinas de Belchite

Parte de la monumentalidad del municipio zaragozano es el reflejo del esplendor que vivió la Villa durante la Edad Moderna. Fue el momento en el que se levantaron parte de sus grandes edificios religiosos, entre ellos, el Seminario: una imponente construcción de estilo barroco, cuya grandeza todavía es posible de imaginar a la vista de sus restos.

Durante años fue uno de los edificios religiosos más importantes de Belchite y centro neurálgico de la comarca. Fundado por el arzobispo Pérez de Araciel, el Seminario de Belchite ha sido testigo de la historia de la Villa desde 1721. Y aunque en la actualidad solo queda en pie la capilla, parte de los muros y restos de la tapia perimetral, aún es posible imaginar su monumentalidad original.

Construido junto a la ermita de Nuestra Señora de los Desamparados -en la carretera entre Belchite y Lécera a la altura del puente de río Aguasvivas-, el Seminario se ubicaba en un edificio barroco de cuatro plantas, sólidos muros, galería con arquillos, con jardines y fuentes. Y aunque transcurridos poco más de diez años desde su fundación, se trasladó su actividad a Zaragoza, la llegada de Manuel García y Gil al Arzobispado de Zaragoza dio un nuevo impulso a este edificio, que, en 1866, volvió a funcionar y a formar a los seminaristas de la provincia.

Y así permaneció hasta la Guerra Civil. Y es que el Seminario de Belchite no ha sido ajeno a ninguna de las contiendas que han marcado la historia contemporánea de España. Alejado del Pueblo Viejo, quedó a expensas de los saqueos durante la Guerra de las Independencia, lo que provocó numerosos daños y su abandono. Aunque posteriormente fue restaurado.

La historia se repitió en la Guerra Civil Española. Durante la Batalla de Belchite, en la que se convirtió en uno de los puntos de resistencia del bando nacional, que, finalmente, fue tomado el 2 de septiembre de 1937. Las balas, las granadas de mortero y las bombas de mano que convirtieron Belchite en un auténtico Infierno en la Tierra ese verano, destruyeron el Seminario, que se trasladó a Alcorisa. De nuevo, quedó abandonado, pero esta vez y, hasta ahora, para siempre.