Un viaje al día a día en las trincheras de Belchite

Hay ocasiones en las que pequeños objetos sirven para contar una gran historia. Así ocurre con los restos arqueológicos encontrados en la Paridera del Saso y que han hecho posible un regreso al verano 1937 para poder conocer como fue la vida en las trincheras del municipio zaragozano durante los días de la Batalla de Belchite

Un viaje al día a día en las trincheras de Belchite

Entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 tuvo lugar uno de los combates más duros de la Guerra Civil Española. La Batalla de Belchite (https://belchite.es/80-anos-de-la-batalla/) ha tenido un enorme impacto en la memoria de los españoles, pero también a nivel internacional. Y es que aquellos 14 días se saldaron con miles muertos, un pueblo arrasado y una huella que todavía es visible hoy en las ruinas del Pueblo Viejo (https://belchite.es/belchite-viejo/)), que, 80 años después, se proyectan como símbolo de la importancia de la paz para el avance de los pueblos.

La ruta Huellas de la Guerra de Belchite también muestra la marca imborrable (https://belchite.es/un-viaje-al-pasado/) de esos días. Una huella que el visitante todavía puede descubrir, solo con acercarse a alguna de estas posiciones defensivas y de vigilancia (https://belchite.es/un-viaje-a-la-arqueologia/ ) en las que, con los restos arqueológicos encontrados en las mismas (desde resto de alimentos hasta munición), es posible imaginar el día a día en su interior de los combatientes. En concreto, aquellos que estuvieron en la Paridera del Saso.Gracias a las memorias de las intervenciones arqueológicas realizadas por el CSIC en Belchite, se sabe que la parte más alejada de la puerta se utilizó con toda probabilidad para dormir y descansar, mientras que la vida la hacían en la parte central del antiguo corral de ganado (que se rodeó de una trinchera que comunicaba la paridera con las galerías de tiro al norte y el fortín al sur, así como con sendos refugios antibombardeo). Allí es donde se concentra la mayor densidad de hallazgos de objetos relacionados con la actividad cotidiana. Objetos que van desde huesos, latas, vidrios o botones, hasta monedas y medicinas, entre otros.

No obstante, la gran mayoría de éstos están relacionados con la comida y la bebida. Como es de esperar en una posición estable tan cercana a una población, aparecen muy pocas latas (dos de sardinas y seis de leche condesada). Y es que seguramente no se cocinaba en la paridera, sino en el pueblo. De hecho, el aprovisionamiento alimenticio era bueno, ya que además de restos de algún guiso o caldo, se han encontrado restos de congrio y hasta de mejillones. La bebida tampoco faltaba. Así lo atestiguan los restos de varios garrafones y botellas de vino y de botellas de jerez, brandy y cerveza.

Y entre combate y combate, algo de tiempo tenían. Momentos que -en torno a varios hogares, que servían para calentar la comida y, sobre todo, preparar café o sucedáneos (se han encontrado algunas semillas de cereal carbonizadas)-, aprovechaban para jugar o escribir cartas, tal y como sugieren cinco tinteros, un lápiz de color azul, un afilalápices y una plumilla.

Son pequeños objetos, pero capaces de trasladarnos y contarnos parte de la historia que tuvo lugar aquellas dos semanas del verano de 1937, de las que este año se conmemora su 80 aniversario y que marcaron para siempre a Belchite.