Rutas y senderos que descubren los alrededores de Belchite

Olivares, paisajes esteparios extremos, fértiles vegas o vestigios romanos son algunas de las riquezas que esconde el entorno de Belchite. Varias rutas y senderos adentran al viajero en los parajes menos conocidos del municipio zaragozano.

Tierra de tradición olivarera, dicen los expertos que el mayor bosque de olivos de Aragón se extiende entre Belchite y Codo. Una densa mancha verde de más de 700 hectáreas destaca sobre el paisaje desértico de la Estepa belchitana: la forman miles de olivos de las variedades empeltre, bolvina y royal. La Ruta del Olivar es perfecta para realizar una excursión circular: más de once kilómetros por caminos de tránsito agrícola que permiten disfrutar, andando, en bicicleta o a caballo, del paisaje que configuran estos particulares árboles, la inmensa mayoría de ellos centenarios. Además, sus frutos se pueden saborear, adquiriendo una muestra de su delicioso aceite en alguno de los establecimientos o cooperativas de la zona.

Los amantes de arte también tienen su sendero en el entorno de Belchite: el camino que conduce al santuario de Nuestra Señora del Pueyo. El edificio se erige regio en el cerro sobre el que se asentaba la Belia romana. El santuario, templo religioso más importante de la comarca, destaca por su claustro renacentista y su torre mudéjar cuadrangular, además de por sus pinceladas mudéjares. Cuatro kilómetros lo separan de Belchite y, una vez que se accede al cerro, las vistas son espectaculares: paisajes de amplios horizontes, de gran luminosidad y espectaculares tonalidades de la estepa belchitana sorprenden al viajero.

Porque el municipio zaragozano alberga, además, uno de los ecosistemas esteparios mejor conservados de Europa, en el que conviven una rica y peculiar flora y fauna. Se puede recorrer fácilmente a través de la Ruta de la Estepa: 13 kilómetros entre Belchite y La Puebla de Albortón, que adentran al turista en el interior del olivar, para conducirlo después hasta la despejada estepa cerealista, permitiéndole experimentar esta tierra de contrastes en apenas metros. Mención especial -por su riqueza medioambiental- merece la reserva ornitológica de El Planerón, verdadero paraíso para los amantes de las aves, al que también podemos llegar en bicicleta desde Belchite.

Y aunque la estepa predomina en el paisaje belchitano, no todo son parajes terrosos y semidesérticos. Siguiendo el cauce del río Aguasvivas -uno de los afluentes del Ebro que surca la comarca del Campo de Belchite- se llega hasta Vinaceite a través de un recorrido de 13 kilómetros muy accesibles, ya que se realizan por rectilíneas pistas agrícolas que circulan por una planicie cerealista.

También en paralelo al Aguasvivas existe un sendero que descubre uno de los rincones más espectaculares de la zona: el que lleva al Pozo de los Chorros. Parte de Belchite hacia Almonacid de la Cuba y, siguiendo el río, se llega primero al sorprendente estrecho de Malpasillo, donde el cauce se encajona entre altas paredes rocosas, el sendero está tallado en la roca y su parte derecha se desploma hacia la garganta del río. Después, el impresionante paisaje continúa hasta el Pozo de los Chorros, una pequeña sucesión de cascadas, marmitas y gorgas situadas al fondo del desfiladero.

Quien se acerque hasta el núcleo de Almonacid de la Cuba no puede dejar de ver una obra de ingeniería con más de 2.000 años de historia: la presa romana. Del siglo I y en magnífico estado de conservación, la documentación la acredita como una de las más altas del Imperio Romano y la más alta de España. No defrauda.

Si se prefiere los “senderos históricos”, Belchite, por su pasado vinculado a la Guerra Civil, cuenta en sus inmediaciones con numerosos restos de la contienda que deben ser interpretados como lección de paz. Además de las ruinas del Pueblo Viejo, emplazamientos como la Senda de los Barbis, el Mojón del Lobo o la Paridera del Saso acercan al viajero fragmentos de trincheras y búnkers que todavía pueden verse en los montes de la Sierra de Belchite. Aún se puede transitar por estos lugares o recorrer la pista construida por los zapadores del bando nacional (barbis) para mejorar las comunicaciones y desplazarse con mayor fluidez entre las posiciones ocupadas y el Santuario del Pueyo. Esta ruta resulta también muy atractiva para los amantes de la fauna, ya que desde ella se avistan abundantes aves rapaces (buitres, milanos, aguilucho lagunero, halcón peregrino, alimoche) y, en verano, el llamativo abejaruco. Además, no es rara la presencia de cabras montesas.